Descanso y sueño - Lo fundamental - Trastornos del sueño

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Se estima que alrededor del 45% de la población española adulta presenta algún trastorno del sueño. Este porcentaje es aún más elevado en las personas mayores, mujeres y n personas que padecen enfermedades mentales.

Las repercusiones sobre la calidad de vida de estos trastornos pueden ser importantes, ya que afectan al rendimiento laboral y a las relaciones personales, además de aumentar el riesgo de accidentes.

Los trastornos del sueño son varios y diversos y se podrían clasificar en primarios y secundarios. Entre los primeros están el insomnio (sin duda el más frecuente), la hipersomnia (sueño excesivo), los trastornos del ciclo sueño-vigilia (provocados por los cambios de turno en el trabajo o los viajes transcontinentales), y otros como el sonambulismo, las pesadillas, etc. Entre los segundos destacan los que se deben a enfermedades, como el síndrome de apnea obstructiva del sueño y el síndrome de las piernas inquietas.

Insomnio

Según la OMS, se ha de considerar como insomnio la dificultad para conciliar o mantener el sueño o una sensación de sueño poco reparador, situación que se ha de dar tres o más veces por semana durante al menos un mes, acompañada de preocupación por la falta de sueño y de cavilaciones excesivas nocturnas y diurnas sobre sus consecuencias, y que genere un notable malestar o interferencia con las actividades sociales y laborales.

Para algunos esta definición es demasiado restrictiva (porque excluye a muchas personas mayores que no duermen bien pero no dan importancia a este hecho), y proponen que se considere insomnio a la situación de una persona que tenga dificultad para conciliar o mantener el sueño tres o más veces por semana durante al menos un mes, aunque no genere preocupación o malestar.

Entre un 20 y un 35% de la población adulta española presenta problemas de sueño y en la mitad de los casos se trata de insomnio crónico.

Causas más habituales del insomnio

Son muchos los factores que pueden dar lugar a insomnio en los adultos: envejecimiento, alcoholismo o abandono brusco del alcohol después de un largo periodo de consumo, ansiedad, la cama o el dormitorio no reúnen las condiciones adecuadas para conciliar el sueño, depresión entre moderada y grave, determinadas enfermedades, como prostatitis, cistitis, EPOC, artritis, acidez y problemas cardiacos o pulmonares, alegría o excitación, angustia, toma de fármacos y drogas psicoactivos, como anfetaminas y cocaína; falta de exposición a la luz brillante o a la luz del sol, toma de determinados medicamentos, hipertiroidismo, dormir demasiado durante el día, consumo de sustancias estimulantes antes de acostarse, como alcohol o café, estrés y preocupaciones, suspensión repentina de la toma de ciertos medicamentos, como sedantes o pastillas para dormir, exceso de estimulación a la hora de acostarse.

Manejo del insomnio

La primera medida a adoptar en caso de padecer insomnio es seguir las recomendaciones que se han expuesto en eñ artículo "Consejos para dormir bien". Con ello, la mayoría de los cuadros de insomnio que se deban a malos hábitos desaparecerán paulatinamente sin necesidad de recurrir a tratamientos específicos, sean estos farmacológicos o de otro tipo.

Si no fuera así, la persona que padece insomnio crónico deberá consultar con su médico. Él será quien determine si es necesario o no establecer un tratamiento. Los objetivos de éste serán resolver o mitigar el trastorno del sueño, normalizar las actividades diarias y mejorar la calidad de vida.

Hay dos tipos de estrategias de tratamiento: la terapia conductual, el tratamiento farmacológico o ambas cosas juntas. En ambos casos será su médico el que determinará cuál de ellas es la más indicadaen cada caso. La terapia cognitivo-conductual trata de modificar las creencias y actitudes disfuncionales que se supone que mantienen el insomnio, modificar los hábitos de sueño inadecuados y reducir la activación del sistema nervioso autónomo.

Entre el 70 y el 80% de las personas con insomnio crónico que se someten a terapia conductual, mejoran y este beneficio persiste hasta 6 meses después de su cese. Son especialmente eficaces la terapia de control de estímulos, la relajación y la intención paradójica.

Somnolencia (hipersomnia)

La somnolencia es un síntoma frecuente entre la población cuya causa principal reside en los malos hábitos de sueño.

Hay dos tipos de somnolencia: la fisiológica, relacionada con la edad o con situaciones concretas, como el periodo premenstrual, el embarazo, el ejercicio físico intenso, etc.; y la somnolencia patológica, que se manifiesta cuando existe una enfermedad que la origina.

Su tratamiento consistirá en mantener unos buenos hábitos de sueño siguiendo las recomendaciones antes apuntadas en el artículo "Consejos para dormir bien".

Síndrome de apnea obstructiva del sueño

Es un trastorno que pertenece al grupo de las llamadas apneas del sueño. La apnea del sueño es la interrupción intermitente del flujo aéreo en la nariz y en la boca durante el sueño, que provoca al menos 5 episodios de apnea (falta de aire) o 10 de hipopnea (insuficiente cantidad de aire) por hora, que duran más de 10 segundos y se acompañan de ronquidos. Provoca una excesiva somnolencia diurna por la hipoxemia (falta de oxígeno en la sangre) y la fragmentación del sueño. Tiene una prevalencia del 1-2% en mujeres y del 4-9% en hombres. En los obesos es de 12 a 30 veces más frecuente.

Los síntomas de la apnea obstructiva del sueño son:

  • Ronquidos. Se ha de tener en cuenta que el ronquido aislado no es el típico de la apnea obstructiva y aparece en el 40-50% de los varones adultos y en el 20-30% de las mujeres, porcentajes que aumentan con la edad. El ronquido típico es irregular, intercalado con pausas respiratorias (falta de respiración), de gran intensidad y se acompaña de jadeos y bufidos.
  • Pausas respiratorias, de las que por lo general se da cuenta la pareja.
  • Sueño no reparador.
  • Somnolencia diurna, que es la tendencia a quedarse dormido de forma involuntaria o en situaciones inapropiadas. Este síntoma es frecuente en los adultos de nuestro país, pero se ha de tener en cuenta que se debe más a malos hábitos de sueño que a padecer el trastorno de apnea del sueño

El síndrome de apnea obstructiva del sueño genera secuelas y complicaciones de notable gravedad, como enfermedades vasculares que afectan al corazón, al cerebro y al aparato respiratorio (mayor riesgo de hipertensión, de hipertrofia (aumento de tamaño) ventricular, de muerte súbita, de infarto cerebral). Igualmente provoca accidentes laborales y de tráfico.

Diagnóstico

Para diagnosticar sin lugar a error este trastorno es necesaria la realización de una polisomnografía.

Tratamiento

En lo que respecta al tratamiento existen medidas preventivas que pueden ser eficaces: abstención de alcohol y tabaco, la pérdida de peso en obesos, el tratamiento de la obstrucción nasal, la evitación del decúbito supino a la hora de dormir y la supresión de medicamentos que deprimen el sistema nervioso central. No obstante también se dispone de tratamientos farmacológicos (de relativa eficacia), dispositivos que se colocan dentro de la boca para cambiar la posición de la mandíbula, tratamientos quirúrgicos, o la aplicación de presión positiva continua de la vía aérea superior por vía nasal.

Como siempre, ha de ser el médico el que determine cuál es el tratamiento más adecuado en cada caso.

Síndrome de las piernas inquietas

El síndrome de las piernas inquietas se caracteriza por disestesias (hormigueo, pinchazos, sensación de frío o calor, adormecimiento, vibraciones de electricidad, etc.) en las pantorrillas, que provocan una necesidad irrefrenable de mover las piernas. Aparece en reposo, generalmente al intentar conciliar el sueño. En el 80% de los casos se presentan, además, movimientos periódicos de las extremidades durante el sueño, que son movimientos involuntarios y repetitivos de las mismas que despiertan al paciente de modo parcial o completo.

Provocan dificultad para conciliar el sueño, despertares y fragmentación del sueño, impidiendo un buen descanso.

La prevalencia aumenta con la edad; es superior al 30% en los mayores de 60 años y más frecuente en mujeres, sobre todo si han tenido tres o más embarazos.

El tratamiento indicado, que en cualquier caso ha de establecer el médico, son los fármacos dopaminérgicos.

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