Cáncer de mama y Dieta

Existen factores dietéticos que condicionan el cáncer de mama.
El exceso de estrógenos aumenta la posibilidad de sufrir cáncer de mama.
Los xenoestrógenos proceden de la contaminación ambiental y agrícola.
Poca fibra supone una mala eliminación de estrógenos.
Las grasas y la insulina incrementan la síntesis de estrógenos.

Hay pueblos que apenas conocen el cáncer de mama, como es el caso de China y Japón. Esto ocurre cuando siguen la dieta tradicional, pero cuando se trasladan a Occidente o adoptan la dieta occidental, al cabo de dos generaciones los índices de cáncer de mama se igualan con los de las occidentales.

Muchos equipos de investigación han intentado detectar cuáles son los factores ambientales, dietéticos, de estilo de vida, que crean el terreno propicio para que se desarrolle cáncer de mama. Algunas de estos factores escapan a nuestro control (contaminación ambiental, contaminación de los alimentos por pesticidas y fertilizantes) y existen causas que todavía se desconocen, pero se sabe de una serie de factores promotores del cáncer de mama que ya están identificados y que sí se pueden evitar. Es importante entender que ninguna de las causas por sí sola es definitiva, sino que actúa en conjunto, con otras, potenciándose. La combinación de estos factores con la susceptibilidad genética va a definir el riesgo.

Los estrógenos son hormonas segregadas por los ovarios y por las glándulas suprarrenales que tienen efectos sobre la maduración de los órganos sexuales, incluidas las mamas. Su función es estimular las células a multiplicarse. En niveles adecuados su efecto es saludable y repercute no sólo en el estado de los órganos reproductores, sino en el de los tejidos en general, la piel, las mucosas, los huesos, el cerebro, etc.

El tejido de la mamas es muy sensible a los estrógenos y unos niveles excesivos de esta hormona se relacionan con un mayor índice de probabilidades de padecer cáncer de mama. Por otra parte, es un hecho que, hoy en día, la exposición de las mujeres al efecto de los estrógenos es superior a la de cualquier otro tiempo pasado. Esto se debe al hecho de que cada vez se tienen menos hijos, por lo que las ovulaciones se suceden sin los descansos que antes proporcionaban los embarazos, produciéndose sobrecargas repetidas de estas hormonas (en la primera parte del ciclo) durante meses y años.

Pero son los estrógenos químicos (xenoestrógenos), a los que se atribuye en gran medida la progresiva disminución de la cantidad y la calidad de los espermatozoides que se da en la actualidad en el semen masculino, y no sólo de nuestra especie, los que actúan en los receptores de estrógenos de las células y producen el mismo efecto estimulante de crecimiento celular, pero mucho más intenso.

Estas sustancias constituyen una amenaza para la salud y para la reproducción y la supervivencia de miles de especies animales, ya que causa la "feminización" de los individuos machos. Estos elementos proceden de la contaminación ambiental y agrícola, pues son residuos de fertilizantes y pesticidas, de plásticos y de contaminantes de todo tipo, que están presentes en los alimentos, el agua, la tierra, etc.

La reposición de estrógenos en la menopausia es otro factor de riesgo asociado a los estrógenos (terapia hormonal sustitutiva). En las últimas décadas ha sido bastante habitual administrar estrógenos a las mujeres después de la menopausia, con el objetivo de contrarrestar los efectos de la disminución en la producción de estrógenos característica de esta época de la vida. Sin embargo, dos estudios recientes han puesto de manifiesto que los riesgos de esta terapia superan a las ventajas.

La fibra de la dieta atrapa y arrastra los estrógenos que han terminado su vida útil y deben eliminarse por vía hepática/intestinal. Por ello, una dieta insuficiente en productos vegetales y granos integrales (legumbres y cereales integrales) puede no contener la suficiente fibra y dar a lugar a que estos estrógenos se reabsorban por vía intestinal.

Las dietas altas en grasa se relacionan con una mayor incidencia del cáncer de mama, ya que incrementan la síntesis de estrógenos. Los países que siguen dietas bajas en grasas y altas en fibra tienen una tasa de esta enfermedad notablemente inferior.

La insulina incrementa la producción de estrógenos, por lo que una dieta alta en azúcares y productos refinados da lugar a una cotidiana y excesiva descarga de insulina, que facilita la actividad de estas hormonas. Además, el abuso de alcohol aumenta la predisposición al cáncer de mama, pues incrementa el desgaste de micronutrientes, deprime el sistema inmunitario y acelera los procesos de envejecimiento.

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