Salud mental - Lo fundamental - Salud y enfermedad mental

Salud mental tiene que ver con la manera en la que cada persona se relaciona con otras.
Las personas mentalmente sanas:
Están satisfechas consigo mismas.
Se sienten bien con los demás.
Son capaces de satisfacer las demandas de la vida.
La alteración mental se entiende como:
Cuando algo se desvía de la media general de la población.
La incapacidad de situarse ante la realidad.
Experimentar malestar subjetivo y perder el control.

Que una persona sea considerada como enferma mental no depende sólo de las posibles alteraciones de su personalidad, sino de las actitudes de la sociedad con relación a ese tipo de alteraciones, lo que demuestra la importancia de los valores sociales en la definición de la salud o la enfermedad mental. En todas las sociedades, se distingue entre la persona que manifiesta una alteración de su conducta de forma continuada y la que muestra dichas alteraciones en situaciones socialmente aceptadas, como pueden ser los ritos, las fiestas o los actos religiosos. Un mismo comportamiento puede ser visto y evaluado de distinta forma según el contexto social en que se realiza.

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Fundamentos teóricos

Los procesos psicológicos asociados a la salud o la enfermedad mental pueden describirse de diferentes formas. En la antigüedad los trastornos mentales se solían atribuir a las alteraciones producidas en el cerebro por desequilibrios humorales, explicación que persistió hasta finales del siglo XVI. Durante el siglo siguiente, las interpretaciones de la enfermedad mental son de carácter naturalista. En cambio, en los siglos XVII y XVIII los trastornos mentales o emocionales son considerados como un comportamiento voluntario alejado de la razón que debía corregirse mediante el internamiento y severas medidas disciplinarias. A lo largo de estos dos siglos, los enfermos mentales fueron encerrados y apartados de la sociedad. Esta medida no tenía como objetivo su tratamiento, sino proteger a la sociedad de aquellos que infringían las normas sociales; y esta situación persistió en algunos casos hasta bien avanzado el siglo XX. En el siglo XIX, los trastornos psicológicos eran considerados como una disfunción cerebral que debía ser objeto de tratamiento moral. En el siglo XX se produjo el desarrollo del psicoanálisis, se fue extendiendo el uso de la clasificación de las enfermedades mentales y se desarrollaron disciplinas como la Neurología, la Fisiología y la Bioquímica, que sentaron las bases de la Psiquiatría organicista o biológica. Asímismo, se registró el auge de la psicofarmacología y finalmente aparecieron las concepciones psicosociológicas de la salud y la enfermedad mental.

Como se ve, la diversidad de modelos explicativos y el hecho de que siga habiendo diferentes representaciones sociales de la enfermedad mental hacen muy difícil establecer una definición única de salud o enfermedad mental. Pese a esta diversidad, actualmente existe un punto de referencia básico para el diagnóstico de las enfermedades mentales que es el DSM-IV, o "Manual estadístico y de diagnóstico de los trastornos mentales", elaborado por la Academia Americana de Psiquiatría. Los criterios principales para el diagnóstico de enfermedad mental son la existencia de sintomatología, el comportamiento social desajustado y la duración prolongada de los síntomas.

Concretando, ¿en qué consiste la salud mental?

Al igual que salud en general, según la concibe la OMS, es más que la pura ausencia de enfermedad, salud mental es mucho más que la ausencia de un trastorno mental. La salud mental es un don que todos quieren poseer. Cuando se habla de felicidad, tranquilidad, goce o satisfacción, casi siempre nos estamos refiriendo a salud mental.

La salud mental tiene que ver con la manera en la que cada persona se relaciona con otras, ya sea en el seno de la familia, en la escuela, en el trabajo, en las actividades recreativas, en el contacto diario con nuestros iguales y, en general, en la comunidad. Comprende la manera en que cada uno armoniza sus deseos, anhelos, habilidades, ideales, sentimientos y valores morales con los requerimientos para hacer frente a las demandas de la vida.

Según la Federación Mundial para la Salud Mental, la salud mental tiene que ver con:

  • Cómo nos sentimos con nosotros mismos.
  • Cómo nos sentimos con los demás.
  • En qué forma respondemos a las demandas de la vida.

No existe una línea divisoria que separe con precisión a la persona mentalmente sana de la que no lo está. Realmente, existe toda una gama de grados de salud mental y no hay una característica singular que pueda tomarse aisladamente como prueba de que uno está mentalmente sano. Tampoco la ausencia de una determinada característica implica la existencia de "enfermedad" mental. Más aún, nadie mantiene durante toda su vida las condiciones de una "buena" salud mental.

Entre las características de las personas mentalmente sanas se encuentran las siguientes:

Están satisfechas consigo mismas

  • No están abrumadas por sus propias emociones (rabia, temores, amor, celos, sentimientos de culpa o preocupaciones).
  • Pueden aceptar sin alterarse las decepciones de la vida.
  • Tienen una actitud tolerante, despreocupada, respecto a la propia persona y a los demás, y son capaces de reírse de sí mismas.
  • Ni subestiman ni sobrevaloran sus habilidades.
  • Se respetan a sí mismas.
  • Se sienten capaces de hacer frente a la mayoría de las situaciones.
  • Consiguen placer de las cosas simples de la vida cotidiana.

Se sienten bien con los demás

  • Son capaces de amar y de tener en cuenta los intereses de los demás.
  • Sus relaciones personales son satisfactorias y duraderas.
  • Les gusta confiar en los demás y sentir que los otros confían en ellos.
  • Respetan las múltiples diferencias que encuentran en la gente.
  • No se aprovechan de los demás ni dejan que se les utilice.
  • Se sienten parte de un grupo.
  • Se sienten comprometidos con lo que ocurre en la sociedad.

Son capaces de satisfacer las demandas que la vida les presenta

  • Enfrentan sus problemas a medida que se van presentando.
  • Aceptan sus responsabilidades.
  • Modifican su ambiente cuando esto es posible y se ajustan a él cuando es necesario.
  • Hacen planes para el futuro, al que se enfrentan sin temor.
  • Tienen la mente abierta a nuevas experiencias e ideas.
  • Hacen uso de sus dotes y aptitudes.
  • Se fijan sus metas ajustándose a la realidad.
  • Son capaces de tomar sus propias decisiones.
  • Consiguen satisfacción en poner su mejor esfuerzo en lo que hacen.

A modo de conclusión, podría decirse que la salud mental se define como un estado de bienestar en el que el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede hacer frente a las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad.

¿Y qué habría que entender por alteración mental o psicológica?

Para que algo se pueda considerar "anormal", previamente habrá que haber definido o establecido qué es o se tiene por "normal"; es decir, qué es lo que se reconoce como norma y se toma como patrón de comparación para determinar qué es lo que se ajusta o se aparta de la norma. En la práctica, se suelen utilizar diversos criterios para establecer la normalidad en una conducta.

La norma estadística

Según esta norma se entiende que algo es anormal cuando se desvía de la media general de la población. En la práctica no es tan sencillo aplicar este criterio. Pongamos un ejemplo: es sabido que los pigmeos son una tribu africana que se caracteriza por su baja estatura, de manera que un pigmeo con una altura de 1,80 cm sería desproporcionado respecto a la media de la tribu. Ahora bien, ¿habría que considerar esa estatura como una "alteración" y por tanto establecer algún tratamiento que volviera a ese individuo a la "normalidad"? Conviene recordar que muchas personas "excéntricas" han sido luego consideradas genios o transformadores de la sociedad.

Desviación respecto al funcionamiento ideal

La normalidad, según este enfoque, se fundamenta en el hecho de que un determinado sujeto u órgano responda o cumpla plenamente la función que le es propia. En otras palabras, se consideraría que alguien es normal si funcionara adecuadamente en relación con un ideal.

Como en el caso de la norma estadística, en la práctica esta distinción plantea no pocas dudas o interrogantes. Otra vez un ejemplo servirá para ilustrar este punto: una persona con un cociente intelectual de 200 (el máximo posible) habría desarrollado toda su capacidad intelectual, pero habría que considerarlo como un "anormal" respecto al común de los mortales.

Por tanto, desde este planteamiento nos podríamos preguntar si la salud existe como tal o más bien es un ideal al que aspiramos. Por ejemplo, el 90% de la población tiene caries y, sin embargo, tener caries no es algo deseable. De ahí que A. Huxley afirmara que "la investigación de las enfermedades ha avanzado tanto, que cada vez es más difícil encontrar a alguien que esté completamente sano".

Criterio sociológico

Según este criterio, sería normal o adecuado lo que estuviera de acuerdo con un determinado entorno cultural. Pero ¿puede una cultura erigirse en canon de la normalidad? Hay determinadas tradiciones culturales, como podrían ser la esclavitud de niños o la marginación de la mujer, que van contra la propia dignidad humana, que difícilmente podrían considerarse como algo normal, deseable o respetable. La mera "adaptación" a la sociedad en que se vive no es necesariamente un signo de normalidad. 

Incapacidad para situarse ante la realidad

La persona que padece algún trastorno psicológico distorsiona la realidad. Es verdad que en algunos momentos todos podemos tener una confusión, pero de lo que aquí hablamos es del hecho de que la dificultad para captar la realidad que nos envuelve pueda ser causa de problemas para el sujeto.

En esto radica la diferencia entre distintos trastornos psicológicos, como la neurosis y la psicosis. El neurótico mantiene una relación deformada con la realidad, pero es consciente de esa situación: alguien que tiene miedo a volar en avión o a subirse a un ascensor reconoce que su temor es exagerado o infundado, aunque se siente incapaz de superarlo. Sin embargo, el psicótico rompe con su entorno y vive "su propia realidad". Así, puede oír voces o ver figuras que no existen realmente, pero que sí tienen sentido en su "mundo" particular.

Experimenta un malestar subjetivo

La persona se siente mal y a disgusto consigo misma y con su contexto. El sujeto realiza comportamientos o tiene pensamientos de los que se derivan consecuencias psicológicas desagradables que le paralizan y bloquean, y por eso son indeseables.

Este criterio sería válido para los que expresan ese malestar o desagrado subjetivos, pero hay situaciones en las que alguien realiza comportamientos extraños y se siente muy feliz y a gusto. Recordemos el personaje de Hannibal en la película "El silencio de los corderos".

Pérdida de control e inadaptación

El individuo puede tener comportamientos que anulen su autonomía y pongan en peligro su vida o la de los demás. Por ejemplo, un drogadicto o una joven anoréxica experimentan tal descontrol que realizan actos que van contra su propia existencia.

En conclusión

En definitiva, si algo queda claro, después de todo lo dicho, es la dificultad para distinguir lo que sería un comportamiento anormal. Tanto es así que diversas investigaciones han cuestionado incluso el diagnóstico de distintos especialistas sobre unos mismos sujetos. Aunque tiene un carácter más bien anecdótico, se ha demostrado cómo un actor que se hace pasar por enfermo mental es evaluado de manera diferente según el especialista que lo analiza.

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