COVID-19 - Diagnóstico

Identificar un caso de COVID-19 es complicado porque los síntomas pueden ser muy parecidos a una gripe, por ejemplo, fiebre, cansancio, tos seca o dolor de cabeza. Sin embargo, se han visto casos de pacientes con síntomas muy diferentes a los mencionados y que finalmente han resultado ser positivos.

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¿Puede la COVID-19 provocar otros síntomas?

Sí, por ejemplo, hay pacientes que han presentado un amplio espectro de manifestaciones dermatológicas. Pacientes con cuadros urticariales, cuadros de trombosis venosas distales, sabañones muy pruriginosos y otras lesiones cutáneas de la misma índole. Esto es debido a la alteración de la coagulación en la sangre. Los pacientes contagiados tiene un riesgo incremental de padecer coagulopatías.

En un estudio alemán que se ha llevado a cabo al principio de la pandemia, se ha realizado la autopsia de once pacientes. Cuatro de los once pacientes han fallecido de embolismos pulmonares o de trombosis venosas no sospechadas durante el cuadro clínico.

Otro estudio inglés, de 13/14 pacientes, ninguno ha fallecido consecuencia de alguna coagulopatía, sin embargo, se produjeron daños importantes en diferentes estructuras como por ejemplo, el hígado.

Otro ejemplo de síntomas distintos a los habituales son los síntomas oculares como por ejemplo la conjuntivitis. Es más, se ha estudiado que cuanto más grave es la conjuntivitis, mayor es la gravedad del paciente.

También se han visto pacientes que han presentado síntomas relacionados con el sistema nervioso central. Se han visto muchos casos de pacientes con cuadros neurológicos, que van desde la fiebre, la desorientación, el dolor de cabeza, hasta la anosmia. La anosmia, pérdida de olfato, parece ser bastante frecuente en mujeres y en gente joven.

La anosmia no se produce por una alteración en el nervio, aunque patológicamente podríamos pensar que el virus podría atravesar la barrera hematoencefálica e ir a través de la lámina cribosa (estructura anatómica cercana a las fosas nasales), lo cierto es que la lesión está en las células de esa lámina. Solo hay un caso en el mundo donde se haya detectado el virus en el líquido cefalorraquídeo.

Diagnóstico

La detección precoz de todos los posibles casos de COVID-19 es uno de los puntos clave para controlar la transmisión del virus, por eso la capacidad diagnóstica es una estrategia fundamental para controlar la pandemia.

En la actualidad, existen dos pruebas de detección de infección activa y la elección de cuál debemos utilizar depende de en qué momento de la infección estemos (cuántos días han pasado desde que detectamos por primera vez los síntomas de la enfermedad).

Prueba PCR (Reacción en Cadena de la Polimerasa)

Esta prueba sirve para detectar el ARN (ácido ribonucleico) viral mediante RT-PCR o técnica molecular equivalente. Se trata de una prueba que debe ser realizada por personal sanitario cualificado en la que se toma una muestra del tracto respiratorio, a partir de la introducción de un hisopo por las cavidades nasales y por la boca de manera profunda con el fin de detectar fragmentos de material genético del virus, es decir, su ARN.

Esta prueba es la que más fiabilidad presenta y es la técnica de referencia para el diagnóstico de infección activa, tanto en pacientes con síntomas como en asintomáticos incluso en el período de incubación. Sus resultados se obtienen aproximadamente entre las 24 y 48 horas posteriores a la ejecución del examen.

Se recomienda realizar la prueba cuando un individuo tenga síntomas compatibles con la COVID-19, en caso de contacto con una persona que tenga el virus o en otros casos como por ejemplo viajes si el otro país lo exige, o en caso de deportistas si se hace necesario por la organización de eventos deportivos.

Prueba rápida de detección de antígenos: (Antigen Rapid Diagnostic Test, Ag-RDT)

Esta prueba sirve para detectar proteínas virales (antígenos) del SARS-CoV-2 en muestras de las vías respiratorias. También se realiza una toma de muestra mediante un exudado preferiblemente nasofaríngeo y orofaríngeo. La gran diferencia entre esta prueba y la PCR es que esta tiene una alta fiabilidad en pacientes sintomáticos, pero su diagnóstico es variable en pacientes asintomáticos y es eficaz solamente dentro de los cinco primeros días tras el inicio de síntomas, pero es una técnica cuyo principal potencial es el de proporcionar un diagnóstico rápido (15-20 minutos).

La OMS recomienda que ante las diferentes pruebas de detección de antígenos sólo deben utilizarse aquellas que cumplan los criterios de sensibilidad superior al 80% y especificidad superior al 97% y que hayan seguido los estudios de validación por laboratorios clínicos de referencia nacional o internacional.

Tests serológicos para detección de la COVID-19

Además de estas dos pruebas anteriores de detección activa, existen tests serológicos que detectan los anticuerpos producidos por el organismo humano en respuesta a la infección por el SARS-CoV-2. Para realizar este test, se extrae una muestra de sangre mediante una punción indolora en el dedo que sirve para medir la respuesta tras el contacto con el virus y puede ser útil, indicando una enfermedad activa si desarrollamos la inmunoglobulina M (IgM). Con este test también podemos identificar la inmunoglobulina G (IgG) que es el anticuerpo que se produce después de la infección e indica la enfermedad pasada.

La OMS no considera que estas pruebas por si solas sirvan para el diagnóstico en la fase aguda de la enfermedad.

¿Cómo interpretamos los valores de la inmunoglobulina M (IgM) y de la inmunoglobulina G (IgG)?

A partir de la primera semana de infección los pacientes empiezan a presentar la IgM, a partir de la segunda o de la tercera semana los anticuerpos tanto la IgM como la IgG alcanzan su valor máximo, pero tras un periodo de 2-3 meses la IgM desaparece y la IgG se mantiene por un periodo más largo. Por esta razón, tener una IgM positiva sin tener en cuenta el estadio de la infección, no tiene un significado importante, lo que sí es importante es monitorizar si la IgM está bajando o subiendo para saber si este paciente es o no todavía infeccioso. No obstante, en el momento que el paciente presente la IgG positiva, significa que el mismo está curado porque la IgG es un marcador de infección pasada y no hace falta la realización de más pruebas. Si el SARS-CoV-2 se comporta de la misma forma que las otras epidemias que tuvimos como fue el MERS y el SARS, los pacientes que desarrollen estas inmunoglobulinas tendrán inmunidad entre 4 y 6 años.

Encuestas serológicas apuntan que hay una parte de la población que ha perdido sus anticuerpos a lo largo de un periodo corto de tiempo, es decir, para estas personas, la inmunidad tiene cierta evanescencia.

¿Qué dicen los especialistas sobre la infección del virus?

Los datos que ya llevamos acumulado desde el inicio de la pandemia revelan que el SARS-CoV-2 afecta bastante más a los hombres que a las mujeres, por ejemplo en lo que respecta a la hospitalización, posiblemente debido a una mayor presencia de comorbilidades en los varones. Con relación a la edad, se ha visto que la mayor parte de los fallecidos tenían edades por encima de los 70 años, pero no es un marcador definitivo relevante para saber si un paciente va a tener más complicaciones o no, toda vez que hemos tenido muertes de personas de todas las edades. Lo que sí podemos decir es que para mayores de 70 años la tasa de letalidad llega a un 4% (prácticamente todos tienen alguna enfermedad previa asociada) mientras la tasa de letalidad en la población infantil estimada es mucho menor.

El virus de la COVID-19 entra en la célula a través del receptor ACE2 con la ayuda de una proteasa celular, se internaliza y empieza a utilizar la maquinaria celular para reproducirse. En los pacientes que tienen una peor evolución, hay una afectación tanto de los neumocitos como de los macrófagos en la zona pulmonar y en las zonas vasculares, y de esta manera atraen cada vez más citoquinas, y el exceso de respuesta inmunitaria que provocan estas es lo puede llevar a cuadros clínicos severos que terminan causando la muerte del paciente. Esta tormenta de citoquinas es lo que preocupa a los médicos, porque causa una respuesta innata, que es la primera que tenemos los humanos, y que ataca las células propias y da lugar a un síndrome proinflamatorio grave que aparte de la neumonía puede dar lugar luego a un síndrome tromboembólico grave y que se manifiesta de muchas maneras, desde tromboembolismos pulmonares, hasta petequias. Cuando una persona pasa al síndrome neumónico, una disnea con una saturación de oxígeno inferior al 92-93%, la necesidad de hospitalizar al paciente es prácticamente inevitable.

¿Cómo se dividen los casos de la COVID-19 con relación a su gravedad?

El 80% de las infecciones de COVID-19 se producen a partir de personas asintomáticas, que si no son sometidas a un test de diagnóstico, desconocen que están infectadas. De los pacientes infectados por la COVID-19 un 30% son asintomáticos, un 55% sufren una infección media o moderada y un 15% sufren un cuadro severo, de estos un 5% van a la UCI y un 2-3% pueden fallecer. Solamente un 30% de los pacientes considerados asintomáticos de hecho lo son, porque muchos pacientes tienen síntomas más leves como puede ser una fiebre baja, mialgias, náuseas, una pequeña pérdida de olfato, etc. Pese a no tener una evolución clínica severa, estos pacientes siguen siendo contagiosos hasta dos semanas después de la primera aparición de los síntomas.

¿Cuál es el peor pronóstico de los pacientes infectados por la COVID-19?

Se considera que los pacientes infectados por la COVID-19 que empiezan con un cuadro gripal son aquellos que van a tener síntomas moderados, y los que empiezan con un cuadro de fiebre y, tras un periodo de 6-10 días de los primeros síntomas de la infección, empiezan a desarrollar síntomas respiratorios como la disnea (dificultad para respirar), son los que suelen ser los pacientes más graves y necesitan hospitalización porque empiezan a aparecer las neumonías. Cuantas más comorbilidades tengan estos pacientes, mayor será la posibilidad de que fallezcan. Hasta un 50% de los pacientes que se ingresan en la UCI mueren.

Los pacientes más contagiosos son los que tienen un síndrome grave porque están eliminando durante más tiempo el virus, por no conseguir controlar bien la infección que hace que el virus se replique. Sin embargo, los pacientes asintomáticos o moderados en seguida dejan de ser contagiosos porque desarrollan una respuesta inmune.

Cuando tenemos PCR positivas los pacientes son potencialmente contagiosos, un paciente deja de ser infeccioso una vez que empieza a presentar la PCR negativa tenga o no los anticuerpos.

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