Educación infantil - De interés - Aprender a comer

Cuando el niño es destetado y empieza a tomar alimentos sólidos es el momento ideal para que comience a aprender una serie de hábitos relacionados con las comidas que le van a ayudar a aprender a comer. Son muchas las familias que sufren a diario las comidas de sus hijos como si se trataran de una batalla. Nada más lejos de lo que debería ser para el niño: una experiencia agradable en la que toda la familia se reúne para deleitarse con alimentos buenos y reconfortantes. El niño ya puede permanecer sentado y es capaz de masticar, momento idóneo para que ese bebé, lleno de curiosidad y con grandes habilidades de imitación, vaya probando alimentos nuevos y acostumbre su paladar a sabores diferentes. Sin embargo, una mala experiencia en este aprendizaje puede fijar comportamientos negativos con la comida y convertir al niño en melindroso y problemático.

Es aconsejable que nuestro hijo se siente a la mesa con el resto de la familia cuanto antes. Si los horarios no coinciden, puede ser una buena idea sentar al bebé en la trona con un trozo de pan, mientras comen los demás, para que vea que todos se sientan juntos y que es un momento especial para la familia.

El entorno de la comida debe estar rodeado de estímulos agradables y positivos. Por eso, mientras dure, es mejor no hablar de cosas inquietantes, ni discutir problemas y aprovechar que toda la familia está reunida para hablar de cosas positivas que fomenten el buen ambiente. De momento, los modales no son importantes, pues el niño, cuando empiece a comer por sí mismo, se manchará, cogerá las cosas con las manos y tirará parte de la comida alrededor. Una actitud rígida de limpieza podría retrasar la evolución natural del niño y limitaría su curiosidad. Estos hábitos un tanto sucios le ayudan a aprender destrezas y, poco a poco, a comer correctamente.

La comida no debe utilizarse para tranquilizar, premiar o castigar a nuestro hijo. No se debe amenazar al niño con castigos si no come o quitándole algún plato que le gusta, ya que la comida es y debe ser un fin en sí mismo y no debemos convertirla en un arma emocional de premio o castigo que pueda fijar una mala relación con los alimentos.

Es importante respetar siempre el mismo horario para las comidas. De la misma manera, debemos mantener un ritual diario que preceda y siga a cada comida y que siempre sea igual. La rutina tranquiliza al niño y le da seguridad. Podemos comenzar enseñándole a lavarse las manos, a sentarse en la trona y a ponerse el babero. Estos actos simples le preparan y le ayudan a comprender la acción que va a comenzar. También conviene fijar una serie de costumbres fijas para señalar el final de la comida, como limpiarse las manos o quitarse el babero.

La introducción de cada alimento nuevo debe ser lenta. Primero le ofreceremos al niño una cucharada del nuevo alimento junto algo que le guste e iremos aumentando la cantidad poco a poco. Si el niño no quiere comer el nuevo alimento, dejaremos pasar unos días antes de volver a ofrecérselo. Esta rutina se puede repetir hasta 15 veces antes de que el niño acepte un nuevo sabor y no se debe perder la paciencia ni rechazar el alimento hasta darle muchas veces la oportunidad de probarlo.

A partir del año y medio, todos los niños suelen pasar por rachas de falta de apetito y pueden perder el tiempo juqueteando con la cuchara o con los alimentos. En estas ocasiones, la madre se desespera mientras el niño se baja de la silla, se va a jugar y parece estar muy poco interesado por la comida. Se trata de un periodo de autoafirmación y es mejor dejarle un poco a su aire e impedir que coma entre horas para que tenga algo de apetito en las comidas. La tendencia a la independencia de esta fase facilita el aprendizaje de las comidas y el niño puede comenzar a utilizar la cuchara y a beber solo con facilidad. Es oportuno proporcionarle un plato, un vaso y una cuchara que sean "sus cosas para comer", cortarle la carne a trocitos para que le sea más fácil cogerlas, darle un vaso con asas y no regañarle si se mancha la ropa, el mantel o se le cae comida al suelo. A partir de los dos años, el niño puede utilizar el tenedor y se le puede enseñar a comportarse en la mesa.

A partir de los tres años es muy probable que comience a rechazar algunos alimentos y es mejor disfrazárselos en lugar de originar tragedias a la hora de comer.

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