La criopreservación es el proceso por el que las células o tejidos se congelan a temperaturas de entre -80 ºC y -196 ºC (el punto de ebullición del nitrógeno líquido) para disminuir las funciones vitales de una célula o un organismo y poderlos mantener en condiciones de vida suspendida por mucho tiempo. Para preservar una muestra biológica durante un tiempo prolongado sin perder su viabilidad se utiliza nitrógeno líquido y las muestras criopreservadas en este medio sólo estarán afectadas por las radiaciones que puedan incidir sobre ellas, puesto que la congelación impide todo movimiento molecular en la muestra.
La criopreservación tiene como objetivo el mantenimiento de la viabilidad celular a temperaturas bajas y se sirve de la criobiología que estudia los efectos de las temperaturas bajas sobre los sistemas celulares, ya que el tiempo biológico es una consecuencia de determinadas reacciones bioquímicas y el frío prolonga el tiempo biológico, puesto que enlentece estas reacciones.
Este proceso también presenta problemas, ya que puede inducir variaciones extremas en las propiedades químicas, térmicas y eléctricas, capaces de alterar las las estructuras celulares y la delicada interacción célula-célula inherente de los tejidos a criopreservar.
La estructura y la composición de las membranas plasmáticas determinan las modificaciones celulares que se desarrollan durante los procesos de criopreservación. Asimismo, su comportamiento durante la congelación y descongelación definirán los índices de supervivencia de la célula congelada.
Los periodos críticos para la supervivencia celular durante la criopreservación son la fase inicial de la congelación y el periodo de descongelación y recuperación de las funciones fisiológicas. Cada tipo celular debe ser congelado de acuerdo a su perfil biofísico, el cual determina el mejor protocolo de criopreservación de esa célula.
