Infarto de miocardio - Vivir con la enfermedad - El paciente

La gravedad del ataque y la forma en que su cuerpo reacciona depende del estado físico anterior
El enfermo debe aumentar lentamente su nivel de actividad física
Es muy importante hablar con otros pacientes en la misma situación
Las personas que sobreviven a un infarto de miocardio deben modificar sus hábitos
La negación, el enojo, el temor, la ansiedad y la depresión son emociones comunes posteriormente

Esto dependerá de su nivel de actividad física antes de sufrir el ataque cardiaco, la gravedad del ataque y la forma en que su cuerpo reacciona ante el mismo. También el estrés es un factor a considerar y los pacientes que aprenden a controlarlo mejoran más rápidamente.

También es importante realizar algún tipo de ejercicio. El enfermo debe aumentar lentamente su nivel de actividad física según las indicaciones del médico. Muchos hospitales y clínicas ofrecen programas de rehabilitación cardiaca que incluyen programas de ejercicio, estrategias para reducir y controlar el estrés e información sobre la alimentación, la actividad sexual, la necesidad de tratamiento adicional y otros temas.

Los programas de rehabilitación cardiaca también brindan la oportunidad de hablar con otros pacientes en la misma situación. Muchos enfermos que han participado en esta clase de programas se ofrecen como instructores voluntarios de nuevos pacientes. Así, su experiencia personal es muy instructiva y su restablecimiento muy tranquilizante para estos pacientes.

Las personas que sobreviven a un infarto de miocardio deben modificar su estilo de vida para mejorar su vida futura. Dejar de fumar, cambiar la dieta y comenzar un programa de ejercicio son tres medidas importantes que pueden considerarse en primer lugar. Algunos pacientes deberán reconsiderar su trabajo y sus responsabilidades o su actitud hacia su carrera, así como su empleo, ya que es importante cambiar actitudes para no sufrir un nuevo ataque. Una persona que sobrevive a un ataque cardiaco sigue teniendo riesgo de sufrir problemas cardiacos futuros.

La salud futura del paciente depende en gran parte de que siga los consejos que le den los profesionales médicos, entre ellos la implementación de cambios en su estilo de vida y la toma de los medicamentos según le hayan indicado.

Por otra parte, la experiencia de un infarto de miocardio puede ocasionar al paciente sentimientos intensos. La negación, el enojo, el temor, la ansiedad y la depresión son emociones comunes entre las personas que han sufrido ataques cardiacos. Son reacciones normales y es importante que el enfermo muestre estos sentimientos al médico.

La depresión es una alteración frecuente en estos enfermos y puede durar hasta seis meses. Síntomas comunes de depresión son los trastornos del sueño, la falta de apetito, el cansancio extremo, la falta de interés en las cosas que antes eran importantes y una autoestima baja. Algunos pacientes podrían necesitar asistencia profesional o medicamentos para la depresión. Una actitud positiva hacia el restablecimiento y el tratamiento puede ser de gran ayuda para afrontar los sentimientos negativos. Entender y aceptar la enfermedad son los primeros pasos hacia una actitud mental positiva. También es muy importante contar con el apoyo de familiares y amigos.

Se debe adoptar el tratamiento y el control de aquellos factores de riesgo que pudieron desencadenar o precipitar el infarto. Por ello, a partir de ese momento, los pacientes fumadores deberán dejar de hacerlo, y controlar mejor, si existía, la tensión arterial elevada, la diabetes, el colesterol, etc. También deben perder peso los pacientes obesos.

Con respecto al ejercicio físico, lo lógico es realizar un programa personalizado para cada individuo, y con ello se ha demostrado que la supervivencia de estos pacientes mejora mucho, además de optimizar el estado general, la forma física, el estado psicológico y la seguridad en uno mismo. El ejercicio físico actúa sobre los factores de riesgo, ya que es idóneo para perder peso, controlar la tensión arterial, bajar el colesterol y elevar el colesterol bueno (HDL). Estos programas pueden durar entre cuatro y 12 meses según los pacientes, y lo que en ellos se consigue, entre otras cosas, es definir un nivel de ejercicio tope que no debe ser superado.

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