Envejecimiento - Lo fundamental - Envejecer es un proceso de cambio

El envejecimiento es un proceso que se inicia en el mismo momento en que nacemos
Son varios los factores que contribuyen a este proceso: la carga genética, el ambiente, las secuelas que hayan podido dejar las diferentes enfermedades o las mutilaciones, etc.
A partir de los 70 años se produce un importante declive en la esfera psicológica

En la medida en que envejecer es un proceso dinámico lleva aparejada la idea de cambio, que habitualmente se traduce en pérdidas y que así es vivido por quien lo experimenta. Estas pérdidas se dan a todos los niveles, no sólo en la esfera puramente física, y son comunes a todas las personas, aunque la forma en que se produce varía de unas a otras y de unos órganos a otros.

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Las pérdidas afectan a la anatomía (morfología del cuerpo), a la fisiología (funciones), a la psicología y a la manera de estar en el mundo y de relacionarse con el entorno.

¿Qué cambia con el envejecimiento?

En realidad el envejecimiento es un proceso que se inicia en el mismo momento en que nacemos, aunque se acepta que es a partir de los 30 años cuando nuestra vida comienza a trazar la línea descendente que acaba en la muerte. Este proceso consiste en una pérdida progresiva y habitualmente lenta de vitalidad, entendiendo ésta como la capacidad que tiene el organismo para realizar sus distintas funciones biológicas.

Este proceso de pérdida afecta a todas las esferas de la persona y de su vida y es común a todos los individuos de la especie humana, aunque, como acabamos de decir, la cadencia con con que se desarrolla varía de unos individuos a otros.

Son varios los factores que contribuyen al proceso de envejecimiento. El primero es nuestra carga genética, una especie de capital con el que nacemos y que vamos gastando a lo largo de la vida. Un segundo y muy importante factor es el ambiente, la forma de vivir de cada individuo desde su nacimiento, que incluye el grado de actividad física realizada a lo largo de la vida, el tipo de alimentación, la mayor o menor contaminación ambiental a la que se ha estado expuesto, los hábitos tóxicos (consumo de tabaco, alcohol y otras sustancias nocivas) y lo que se denomina factores de riesgo. Todo esto sería algo así como la forma en que cada persona gasta el capital genético con el que ha venido al mundo, que influirá de manera más o menos positiva o negativa en su proceso de envejecimiento. Un tercer factor lo constituyen las secuelas que hayan podido dejar las diferentes enfermedades o las mutilaciones, accidentales o provocadas (intervenciones quirúrgicas), a las que cada individuo se haya visto sometido.

En función del grado de participación de cada uno de estos grupos de factores, se habla de "envejecimiento fisiológico" ‒podríamos decir normal‒ cuando éste se debe exclusiva o al menos principalmente al paso del tiempo, a haber sabido o podido gastar sabiamente el capital genético recibido, o de "envejecimiento patológico", cuando en su aparición han tenido un papel primordial los factores ambientales o de estilo de vida.

En cualquier caso, se ha de tener muy en cuenta que la vejez no es una enfermedad. Éste es un principio fundamental que nos debe ayudar a luchar contra actitudes de fatalismo o de resignación, lo mismo que contra tópicos del estilo de "eso son cosas de la edad" o "a su edad qué querrá", aunque, como es lógico, se ha de aceptar que la vejez se acompaña de un mayor número de padecimientos y de una menor capacidad de adaptarse a los cambios, incluidos los que tienen que ver con la esfera de lo social y con el entorno.

Cambios corporales

Como ya se ha apuntado antes, con la edad se producen una serie de cambios en nuestro organismo, que son tanto anatómicos (afectan a la morfología; es decir, a la forma de nuestro cuerpo) como fisiológicos (afectan a las funciones de nuestros órganos y sistemas) (Más información).

Tal vez le haya ocurrido a usted que a una cierta edad comenzó a tener dificultades para ver bien los objetos cercanos, lo que se conoce como presbicia. Éste puede ser un primer indicio del envejecimiento, uno de esos cambios fisiológicos de los que acabamos de hablar. También la capacidad auditiva cambia con la edad, de forma que es frecuente una pérdida de capacidad para oír los tonos más agudos (hipoacusia).

Por lo que respecta a cambios anatómicos, podemos decir que en la mayoría de las personas la proporción de grasa corporal aumenta con la edad en más del 30% y cambia su distribución en el cuerpo, de manera que hay menos cantidad de ella bajo la piel y, sin embargo, se acumula en mayor cantidad en la región abdominal. Por ello, la piel se vuelve más fina y frágil y aparece más arrugada. Lógicamente, también el cuerpo cambia de forma.

Con la edad, disminuyen casi todas las funciones internas. Sin embargo, a pesar de esta pérdida, la mayoría de estas funciones siguen siendo suficientes durante el resto de la vida, porque la capacidad de nuestros órganos es superior a lo que nuestro cuerpo necesita. Por ejemplo, aunque se destruyera o se nos extirpara la mitad del hígado, la mitad restante sería suficiente para realizar la función que este órgano tiene asignada. En realidad, son las enfermedades, más que el envejecimiento que hemos llamado fisiológico (normal), las principales responsables de la pérdida de capacidad funcional en la vejez. A su vez, esta pérdida funcional predispone a las personas de edad a sufrir más y más graves problemas en lo referente a su salud y bienestar.

En definitiva, los cambios corporales que tienen lugar durante el proceso de envejecimiento obedecen tanto a este proceso en sí mismo como a los hábitos o estilo de vida que se haya tenido a lo largo de los años. Los malos hábitos, como el sedentarismo, una alimentación inadecuada, el consumo de sustancias tóxicas (tabaco, alcohol, drogas, etc.), aumentarán la pérdida o el deterioro que normalmente se produce con el envejecimiento y que afecta a órganos como el corazón, los riñones, los pulmones o el hígado. Algunos de estos cambios se pueden prevenir si se adopta un estilo de vida saludable. Y lo que es más: el abandono de algunos hábitos nocivos, como el de fumar, beber alcohol y otros, y la adopción de otros saludables, como la práctica de ejercicio físico, proporcionan beneficios cualquiera que sea la edad de la persona.

Cambios en la esfera psicológica

La idea más extendida desde la perspectiva biológica es que la vejez, cuyo comienzo se fija por lo general en el momento de la jubilación, implica pérdida, declive y deterioro. Ésta es una visión que asume que, en el ámbito de lo psicológico, ocurre lo mismo que en el puramente biológico, ¿pero sucede realmente así?

El desarrollo psicológico del ser humano no se termina cuando se alcanza su máxima maduración física y biológica, ni su deterioro comienza necesariamente cuando se inicia el declinar biológico. Más bien hay que decir que, en ese balance entre evolución y desarrollo e involución y deterioro, o si se quiere entre pérdidas y ganancias, hay factores psicológicos que presentan ganancias (mejoran) y otros que presentan pérdidas (empeoran).

Es cierto que a partir de los 70 años se experimentan importantes declives en la esfera psicológica, pero también lo es que se dan ganancias y mejoras a lo largo de toda la vida, incluso a los 90 años. Por ejemplo, mientras que algunas funciones cognitivas comienzan a declinar muy pronto (a partir de los 20 años), otras aptitudes, como la amplitud de vocabulario o los conocimientos, no lo hacen hasta muy avanzada edad (cumplidos los 70 años); incluso otras funciones, como el balance entre el afecto positivo y negativo, presentan un mayor equilibrio en la vejez. En definitiva, existe crecimiento y declive a lo largo de toda la vida (Más información).

A pesar de que la investigación desde el ámbito de la psicología ha definido el panorama que se acaba de exponer aquí de manera sintética, el estereotipo que se ha creado acerca de la vejez, ofrece un panorama sombrío en el que, en paralelo a lo que ocurre en el plano físico, lo que se produce necesariamente, según avanza la edad, son cambios negativos: deterioro y decrepitud en todos los planos del psiquismo humano. Esta visión estereotipada no sólo implica falsas creencias, sino que tiene efectos muy negativos sobre las personas.

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