Un peeling químico consiste en la aplicación de un producto químico para exfoliar las capas superficiales de la piel (la epidermis) para eliminar las células viejas, que son reemplazadas por células nuevas de forma que la piel se vuelve lisa y suave, con menos marcas y arrugas
Los peelings químicos sirven para mejorar el aspecto de la piel dañada por el sol, para disminuir las arrugas y decolorar o eliminar las manchas y para mejorar las cicatrices de acné o de varicela.
La sustancia química utilizada para realizar el peeling condiciona los resultados. Por ello, debe ser el médico el que decida cuál es el exfoliante más apropiado para cada caso y para cada objetivo terapéutico. Estos exfoliantes incluyen el fenol y los ácidos glicólico, tricloracético, salicílico y kójico.
Con el peeling se eliminan más o menos capas de piel dependiendo del poder de penetración de cada sustancia química, obteniéndose con ello unos resultados diferentes, entre los que se incluyen: el aumento del colágeno y de la elastina para mejorar las arrugas, la despigmentación de las manchas o la disminución de la grasa y la eliminación de las bacterias en las pieles con acné.
La aplicación de un peeling puede durar desde muy pocos minutos a una hora. Tras el tratamiento, el paciente puede tardar en recuperarse desde unas pocas horas hasta cinco días aproximadamente. Mientras tanto su piel será más sensible con una leve sensación de picor más intensa cuanto más profundo sea el peeling. A veces pueden aparecer enrojecimiento, inflamación o costras. Los peelings se realizan en sesiones con días de descanso intercalados y los efectos en la piel pueden tardar días en aparecer.
Una vez realizado el tratamiento, es importante mantener la piel muy limpia para evitar infecciones. No se debe tomar el sol en absoluto y se debe aplicar una protección solar con pantalla total incluso en la sombra. Se deben evitar las saunas o realizar ejercicios físicos intensos hasta después de una semana de la sesión de peeling.