Todos en nuestra adolescencia hemos conocido a alguien que se había contagiado del virus de Epstein-Barr, popularmente conocido como la enfermedad del beso. Y parece que nada ha cambiado desde entonces, ya que un análisis realizado con motivo del Día Internacional del Beso por Cegedim Health Data España, la consultora europea de Real World Data y Real World Evidence, confirma que los adolescentes entre 15 y 19 lideran el ranking, en cuanto a diagnósticos de esta enfermedad infecciosa.
Partiendo de que es una infección que casi siempre es trasmitida mediante besos o intercambio de saliva, es lógico que entre la población adolescente tenga su mayor incidencia. Lo llamativo es que, solo en 2022, esta infección ha supuesto en esta franja de edad un 32% del total de los diagnósticos. En contraste, a partir de los 20 años las cifras empiezan a bajar drásticamente. En la franja de 20 a 24 años la prevalencia de diagnósticos se mantiene en torno al 10%, de los 25 a 29 cae y se sitúa en torno al 8-9% del total, y a medida que aumenta la edad se reduce incidencia, llegando a cifras mínimas a partir de los 60 años.
Por el contrario, aunque la mononucleosis en menores de 14 años suele ser mayoritariamente indetectable por ser una infección subclínica (es decir, que causa pocos o ningún síntoma), este grupo de edad (0 – 14) aglutina el 34% del total de los casos de los últimos cinco años. Aún así, siguen siendo datos más repartidos entre las diferentes franjas de edad comprendidas, que por separado están muy alejados del pico que se produce entre la población adolescente (15 y 19 años de edad). Y es que también puede producirse el contagio si se comparten bebidas, alimentos o juguetes en niños muy pequeños que están en contacto constante con su saliva.
En cuanto a sexos, la prevalencia está bastante repartida, aunque el género femenino presenta cifras ligeramente superiores con casi un 53% versus un 47% del masculino, y siendo algo más evidente en la franja de los 15 a 19 años donde el género femenino representa el 55 % de los casos.
Lógicamente, la pandemia de COVID-19 hizo mella en el impacto de esta infección entre la población (confinamiento, clases online, etc.). Según datos de la consultora, el número de casos descendió un 32% en comparación con los casos diagnosticados en 2018, mientras que el año pasado se volvió a cifras previas al COVID, y con un crecimiento del 60% con respecto a 2021.
"Debido a que la mononucleosis se transmite a través de contactos personales estrechos, no resulta extraño que en época de COVID se diese una bajada brusca en las cifras de contagio, la cual repuntó posteriormente en cuanto se volvió a la normalidad. Si bien, minimizar los contactos estrechos personales cuando se sospecha de presentar una infección es una opción correcta, a nivel de prevención, también se ha de evitar el compartir las bebidas, alimentos o artículos de uso personal, como por ejemplo los cepillos de dientes. En definitiva, lo que viene siendo habitual en cualquier proceso contagioso. Eso sí, conviene no estar en contacto con personas que sufren inmunodeficiencias, pacientes trasplantados o embarazadas", comenta el Dr. Carlos Iglesias, director médico de la mencionada compañía.
Otras enfermedades asociadas a la mononucleosis
Provocada mayoritariamente por el virus de Epstein Barr, a pesar de su carácter infeccioso no reviste gravedad en personas sanas y en la mayoría de los casos se cura en 2 o 3 semanas. Los afectados sufren malestar general, fiebre, dolor de cabeza, sensación generalizada de cansancio, infección aguda de la faringe o las amígdalas, inflamación de los ganglios linfáticos cervicales y occipitales, y en algunos casos, aumento del tamaño del bazo o inflamación leve del hígado.
En lo que refiere a diagnósticos asociados, los más prevalentes asociados a la mononucleosis son cuadros infecciosos de vías superiores como la amigdalitis con casi un 60%, infecciones virales (53,5%), resfriado común (52,5%) o faringitis (48%), aunque también llega a reflejarse un 39,5% de afecciones en el aparato digestivo como colitis en colon, enteritis en el intestino delgado o gastroenteritis de origen infeccioso.
"Estamos hablando de una infección que en principio solo requiere un tratamiento sintomático simple a base de antitérmicos y antiinflamatorios como el ácido acetilsalicílico, el paracetamol o el ibuprofeno. Si se da una sobreinfección bacteriana se pueden pautar antibióticos, aunque se recomienda evitar las ampicilinas o amoxicilinas. Además, conviene evitar actividades físicas que puedan posibilitar la rotura del bazo, ya que puede llegar a aumentar su tamaño hasta un 50% antes de que la infección remita", recuerda el Dr. Iglesias.