En primer lugar el médico debe realizar una larga entrevista e interrogatorio al paciente y a sus familiares más cercanos (los que conviven con él). En dicha entrevista, el médico puede comprobar si el paciente presenta síntomas claros de demencia.
A continuación, se realizan las pruebas neuropsicológicas, como el test Mini-Mental, en el que se realizan preguntas estándar con puntuaciones previstas, por debajo de las cuales se considera que hay un trastorno valorable. Luego se realizan un examen físico y una exploración neurológica. Con esto, muchas veces el neurólogo tiene ya una elevada sospecha de que se trata de enfermedad de Alzheimer. No obstante, se acostumbra a realizar una serie de pruebas complementarias, que dependerán del criterio del especialista en cada caso individual.
Por lo general, el médico va a solicitar que se realicen una serie de exámenes para descartar otros trastornos que pueden ser responsables de los síntomas del paciente, entre ellos, depresión severa, enfermedad de Parkinson, accidentes cerebrovasculares múltiples (demencia multiinfarto) y abuso de drogas.
Otras enfermedades menos comunes, que pueden causar síntomas similares a los de la enfermedad de Alzheimer, son las enfermedades de la glándula tiroides, la anemia perniciosa, los coágulos sanguíneos, la hidrocefalia (acumulación excesiva de líquido cefalorraquídeo en el cerebro), la sífilis, la enfermedad de Huntington, la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob y los tumores cerebrales.
También se pueden solicitar pruebas de imagen (tomografía axial computarizada [TAC] y resonancia magnética nuclear [RMN]) y un electroencefalograma, que es una prueba que registra la actividad eléctrica del cerebro y que puede mostrar ondas lentas en el trazado de estos enfermos.
Además, el médico solicitará una batería de pruebas psicológicas estándar para evaluar las dificultades de atención, percepción, memoria y solución de problemas, aptitud social y del idioma.
Mención aparte merece el controvertido tema del estudio genético. No está indicado ni justificado su uso sistemático en el estudio diagnóstico y debe quedar sometido al riguroso criterio del especialista, que podrá sugerir a la familia la conveniencia o necesidad de dicho estudio.
Por tanto, no existe ninguna prueba aislada que, por sí sola, pueda establecer el diagnóstico de enfermedad de Alzheimer. Actualmente sólo es posible establecer la enfermedad como probable o posible.